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Un equipo es una forma viva, llena de sentimientos, emociones, ideas y energía. Hay equipos que son como estrellas fugaces, aparecen y desaparecen en función de las necesidades del momento o de la implosión de sus elementos. Y hay equipos que son como el sol, la luz y el calor que irradian de manera perdurable en el tiempo sin importar cuales sean las condiciones del entorno.
En la vida existen muchas formas distintas de equipos. Tendemos a pensar, que trabajamos en equipo solo cuando trabajamos en una empresa o cuando pertenecemos a un equipo deportivo. Quizá sea este el punto de inflexión sobre nuestro pensamiento acerca del concepto “equipo”. Creo que existen muchas formas de trabajo en equipo: la familia, los amigos, las reuniones de vecinos, conducir en un atasco, caminar por la calle, el café de la mañana en el bar de la esquina, la relación con nuestro entorno, la sociedad en general y nuestra interacción con ella, nos convierte en generadores constantes de emociones y sentimientos que transmitimos de forma directa o indirecta a todos y todo lo que nos rodea. Formamos un gran equipo con la humanidad y con el planeta tierra, y a veces nos olvidamos.
¿Y que relación tiene esto, con el trabajo en equipo en nuestra empresa?
Es difícil poder trabajar en equipo, si no existe o ha existido un trabajo personal previo. El trabajo en equipo se inicia desde un proceso individual de observación y reflexión, un trabajo que implica un continuo cambio y desarrollo personal para saber adaptarnos a situaciones y momentos distintos. Es importante que nos conozcamos bien, que sepamos quien soy, como soy, que quiero y que debo cambiar. El trabajo debería empezar desde la persona, y desde este punto, es más fácil adaptarse a las necesidades y exigencias del entorno que nos rodea. La observación y la reflexión nos conducen al aprendizaje.
Todas las empresas trabajan por objetivos y cada departamento de empresa tiene un objetivo concreto que cumplir, la cuestión es: ¿Cómo se viven y desarrollan esos objetivos? Todavía, hoy en día, y en muchas empresas, los equipos tienden a vivirse como formas mas bien hostiles, donde prima más el trabajo individualista y la consecución de mis objetivos o los objetivos de mi departamento, por encima de los objetivos globales de la empresa. Se produce entonces un sentimiento contradictorio: por un lado la inminente necesidad de trabajar en equipo y por otro lado la incentivación de los objetivos aislados. Los equipos, y en consecuencia las personas que los forman, necesitan desarrollar más su sensibilidad emocional para adaptarse a los constantes cambios y exigencias que se viven en el mundo empresarial.
A pesar de la competitividad, sin embargo, existe una gran necesidad de cooperación, y de compartir los valores e ideas que todos y cada uno de los integrantes de los equipos tienen. Hay una necesidad inherente de humanizarse y de ser más vulnerable y sensible. Durante los procesos de formación y cohesión de equipos que he facilitado, los participantes viven la experiencia real de que es posible trabajar en equipo más y con mayor calidad. Además, se reconocen como equipos fuertes, intuitivos, creativos y que pueden organizarse mucho mejor de lo que lo hacen en la actualidad.
Esto ocurre por que se crea el espacio para reconocer, ver y escuchar a la persona que tienes delante con todo aquello que viste emocionalmente a la persona: sus virtudes, sus carencias, sus dificultades, sus dudas y sus problemas. Al reconocernos desde la vulnerabilidad es más fácil identificar qué hay que mejorar y cómo los demás pueden ayudarnos. Entonces es cuando aparece realmente el espíritu de un equipo extraordinario y eficaz.
Después del subidón adrenalínico de la formación, el dilema surge cuando vuelven de nuevo a la empresa y en poco tiempo retoman las viejas costumbres o hábitos de individualismo. Esto suele ocurrir por varias razones: la falta de un liderazgo con carisma que sepa sostener el espacio constructivo y vulnerable que se creó, y la falta de auto liderazgo personal para hacernos responsables individualmente del cambio.
Es por esta razón, que el trabajo con los equipos ha de partir también desde un trabajo individual que fomente la auto-responsabilidad para sostener y propiciar el cambio. La formación en empresas dedicada a la transformación personal se debería de contemplar como un proceso continuado y espaciado en el tiempo que permita a las personas desarrollarse plenamente en todos los ambitos.
¿Como puede ayudar al desarrollo de un equipo, el aprendizaje experiencial?
Un equipo debería ser un espacio de crecimiento y desarrollo personal, donde cada uno desarrolle su vocación profesional con el máximo entusiasmo y motivación. Todas las empresas pueden y deberían generar estos espacios de formación y desarrollo humano, en donde se tenga en cuenta a la persona, no sólo como un elemento productivo de la cadena, sino como un elemento que genere un valor añadido. Cuanto mas motivada esté una persona, más entusiasmo generará a su alrededor. Esta alegría o sentimiento proactivo se propaga como la pólvora generando una gran fuerza de atracción.
Tenemos que pasar a la acción y esto es lo que proponemos a todos los grupos de empresa que nos contratan, por eso utilizamos el juego y los retos de iniciativa como elementos dinamizadores de todos nuestros procesos de formación. Es lo que llamamos “aprendizaje a través de la experiencia”. Durante 1 o 2 días nos entregamos a distintas iniciativas y juegos que nos conducen por muchas de las experiencias relacionales que tenemos todos los días con los distintos compañer@s de nuestro equipo, Creamos los espacios necesarios para dialogar, sentir, expresar y conocer nuevas formas de entendernos y comunicarnos. Sobre todo para darnos cuenta de que es posible trabajar en equipo y además resulta más rentable y saludable.
Es sorprendente cómo el juego se convierte en un vehículo que nos transporta a través de una senda con un paisaje lleno de riquísimos matices: desde las risas al ”¡no puedo, esto es imposible!", el viaje se hace corto, pero intenso, y el participante tiene la oportunidad de vivenciar experiencias que puede trasladar de forma fácil y reconocible al día a día de su equipo y su trabajo. Todos somos sabios por naturaleza, lo único es que a veces esa sabiduría está dormida: tan solo hay que despertarla.
Con el permiso del equipo y de cada una de las personas que lo conforman, nos sumergimos en aquellas áreas que necesitan ser trabajadas. Tratamos de no quedarnos en los aspectos más superficiales, animamos siempre al equipo a trabajar y a reconocerse en sus fortalezas y sus debilidades. Desde aquí, ayudamos a trazar un plan de acción que sirva tanto al individuo como al equipo a desarrollar nuevas formas de trabajar. A partir de aquí, cada integrante tiene que entrenar y practicar estas nuevas habilidades llevándolas a la acción en el trabajo, para de esta forma, ir integrándolas y crear espacios que generen bienestar.
Cambiar, supone trabajar con constancia, reconocer los errores a tiempo, rectificar y volver a la carga. Todos podemos cambiar y todos podemos conseguirlo. Todos queremos formar parte de un gran sol que dé luz, calor y alegría.
Robert Brown.
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